Tus poemas flotan como desechos fecales
en un puto mar de dudas poeta.
Juan Gelman compone en sus días menstruales
sirviéndose de un boli y de una servilleta.
Moqueando y suspirando no tiene rivales.
Neuman debería subirse la bragueta
pues no están allí sus atributos más subnormales.
Marzal saca demasiado la pandereta
y se canta a sí mismo como extasiado.
Gallego empapa sus versos en ambrosía
como un zángano entre flores de alhelí.
Montero y Neuman, poetas ellos condecorados
coinciden ambos en que sonríen con las encías
y en que hacen libros de porcelana pitiminí.
Me encantaría ver a Abel con gorra a un lado y pantalones anchos, moviendo manos, hombros alante, en el Rabal. Puedo?
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